HÉCTOR ABAD FACIOLINCE. “El Olvido que seremos”. Edit.: Seix Barral. Biblioteca breve. Barcelona. 2010. (274 pág.).
Héctor Abad Faciolince nació en Medellín, Colombia, en 1958. Estudió Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Turín (Italia). Fue columnista de la revista Semana y en la actualidad escribe regularmente para El Espectador. También es colaborador habitual de El País y de la revista Letras Libres de México. Fue director de la Biblioteca de la Universidad Eafit. Además de numerosos ensayos, traducciones y críticas
literarias, ha publicado, entre otros, los siguientes libros: Asuntos de un hidalgo disoluto
(Alfaguara, 1994); Tratado de culinaria
para mujeres tristes (Alfaguara, 1997); Fragmentos
de amor furtivo (Alfaguara, 1998); Basura
(2000), que obtuvo en España el I Premio Casa de América de Narrativa
Innovadora; Angosta (2003), El olvido que seremos (2006), su libro
más celebrado, en donde revive la historia de su padre, el doctor Héctor Abad
Gómez, y las circunstancias de su asesinato; Traiciones de la memoria (2009), Testamento involuntario (2011), y La Oculta (2015), Premio
Cálamo al mejor libro del año. En 2017 Alfaguara reeditó El olvido que seremos, junto al documental Carta a una sombra (2015), inspirado en este libro, el cual
presenta la violencia política que azotó Colombia desde la intimidad del duelo
de la familia Abad. En 2020 Alfaguara publica Lo que fue presente, el conmovedor itinerario creativo de un
escritor que recorre desde 1985 hasta la publicación de El olvido que seremos, que además será llevado al cine por Fernando
Trueba. En 1998 fue galardonado con el Premio Nacional de
Periodismo Simón Bolívar en la categoría columna de opinión; recibió ese mismo
premio en el año 2006. De sus libros hay traducciones a más de una decena de
idiomas. De ellas, la de Angosta ha
sido premiada en China, mientras que las versiones al inglés y portugués de El olvido que seremos fueron premiadas
en Estados Unidos y Portugal, respectivamente. Copiado de: https://cursiva.com |
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Argumento
de “El Olvido que seremos”
El 25 de agosto de 1987 Héctor Abad Gómez, médico y activista
en pro de los derechos humanos, es asesinado en Medellín por los paramilitares.
El olvido que seremos es su biografía novelada, escrita por su propio hijo. Un
relato desgarrador y emocionante sobre la familia, que refleja, al tiempo, el
infierno de la violencia que ha golpeado Colombia en los últimos cincuenta
años.
Puntuación
otorgada por los lectores, en la reunión del 12-11-2021: 8
Anotaciones:
La novela es una reconstrucción fiel y amorosa del recuerdo
del autor hacia su padre, de una familia, una ciudad, de la niñez y juventud...
Tardó más de 20 años en escribir el libro, después de la muerte de su padre.
El título está inspirado en un soneto de Jorge Luis
Borges que el hijo encontró en un papel escrito a mano en el bolsillo de su
chaqueta el día que murió y que quedó escrito, como epitafio, en la tumba del
padre:
Aquí. Hoy
Ya somos
el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos
ignora
y que fue el rojo Adán y que
es ahora
todos los hombres, y que no
veremos.
Ya somos
en la tumba las dos fechas
del principio y el término.
La caja,
la obscena corrupción y la
mortaja,
los triunfos de la muerte, y
las endechas.
No soy el
insensato que se aferra
al mágico sonido de su
nombre.
Pienso con esperanza en
aquel hombre
que no
sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del
cielo,
esta meditación es un
consuelo.
Aparece en la portada una fotografía de Marta (su
hermana) tocando el violín. Para José Otero, la portada pertenece a la película
“El fuego de la venganza” (Man on Fire)
de 2004, dirigida por Tony Scott e interpretada por : Denzel Washington, Dakota Fanning, Christopher Walken,
Radha Mitchell, Marc Anthony, Giancarlo Giannini, Rachel Ticotin, Mickey
Rourke, Gero Camilo, Jesús Ochoa.
“Este libro es
el intento de dejar testimonio de ese dolor (el de la muerte de su padre) un testimonio al mismo tiempo inútil y
necesario. Inútil porque el tiempo no se devuelve ni los hechos se modifican,
pero necesario para mí (…)”. (Pág.: 232).
Hace alusiones a ciertas conductas o espíritu gregario
refiriéndose a actuaciones que se hacen por seguir a la mayoría, sin pensar,
como borregos. Se es capaz de matar a personas buenas para acallar su voz por
estar en contra de tus ideas o de la concepción que se tiene de tu país. La voz
de su padre que hablaba de salubridad, de derechos humanos y que denunciaba
tanto en la universidad como en los medios, molestaba mucho.
Se aprecia claramente el ambiente colombiano de luchas
y matanzas colectivas ideológicas. Un país que lucha por salir de un pozo sin
fondo, tras décadas de corrupción y violencia. ¿Cómo puede llegar un territorio
a tal grado de angustia y desesperanza?
“La familia no
era rica ni pobre sino acomodada” decía su madre. Parece ser que el padre
era el ideólogo, el que “vivía en las nubes de la ideología” la madre tocaba
tierra, era la que con su trabajo y ahorros familiares sacaba adelante a la
familia. En la página 220, el padre dice: “(…) Soy muy buen padre, pero muy mala madre”, queriendo decir que era
bueno para fecundar, para poner la semilla de una buena idea, pero malo para la
paciencia de la gestación y de la crianza (de sus ideas).
Imagen de la película "El Olvido que seremos" de Fernando Trueba. |
Refleja perfectamente la importancia de la Iglesia en
la Sociedad colombiana, haciendo una visión irónica de la religiosidad de la
época. Por ejemplo, cuando el cardenal Alfonso López Trujillo,
ultraconservador, pretendió prohibir el funeral del padre en la iglesia de santa
Teresita, en 1987.
La lógica aristotélica y santo Tomás propugnan que a
las verdades de la fe se puede acceder a través de la razón. Para san Agustín,
el camino era el del corazón.
La fe o la falta de fe, no dependen de nuestra
voluntad, sino del aprendizaje temprano: si
desde pequeño te han educado en creencias metafísicas o por el contrario te han
inculcado ideas agnósticas, será imposible cambiar de adulto.
Hace claras referencias a Jorge Manrique, en las “Coplas a la muerte de su padre”, incluyendo
incluso, algunos versos referidos a la fugacidad de la vida. En estas coplas,
Jorge Manrique nos habla de una tercera vida (además de la terrenal y de la eterna
en el cielo o infierno). Es la vida de la fama:
aquella que consiste en perdurar más allá de la propia muerte a través del
recuerdo y de la fama conseguida.
Estilo:
Mantiene un sentido humorístico en sus “historietas”
de su infancia y juventud.
Aparecen muchas palabras y expresiones del vocabulario
propio de Colombia.
Se aprecia dos partes en el libro, una de recuerdos y
la otra, más triste (la parte final, a partir de la muerte de su hermana Marta)
con reflexiones muy profundas acerca de la muerte, la vida, las relaciones
interpersonales, del asesinato de su padre por sus actividades peligrosas, la
situación política de Colombia… En la película se reflejan estas dos partes
porque las escenas de la infancia están en color mientras que el resto están en
blanco y negro.
Citas:
“El sufrimiento de los mártires en los primeros años del Cristianismo no
había sido inferior, ni menos doloroso, al sufrido por los indios martirizados
por los representantes de la fe cristiana. En nombre de esa misma Cruz por la
que habían padecido martirio, los conquistadores cristianos martirizaron a
otros seres humanos… Y todo esto para imponer con odio la supuesta religión del
amor al prójimo, el Dios Misericordioso y la hermandad entre todos los hombres.”
“No nos enseñan a ser buenos, nos enseñan a no ser malos”. “Somos un “atado
amorfo” de sentimientos buenos y malos, al que hay que mostrar el camino para
sacar la mejor parte de uno mismo. Hay que intentar ser menos malo de lo que
nuestras inclinaciones naturales nos indican.” (Pág.: 100).
“Mi mamá y mi papá eran contradictorios y en sus creencias y en sus
comportamientos, pero complementarios y de un trato muy amoroso en la vida
diaria”. (Pág.: 113).
“Hay como una curva creciente en el valor de la vida humana y la cima,
creo yo, está entre los quince y los treinta años; después, la curva empieza,
lenta, otra vez, a descender hasta que a los cien años coincide con el feto, y
nos importa un pito.” (Pág.: 156).
“Mi papá se había declarado (…) cristiano
en religión, marxista en economía y liberal en política.” (Pág.: 176).
“Todos estamos condenados al polvo y al olvido (...). Sobrevivimos por unos frágiles años, todavía, después de
muertos, en la memoria de otros, pero también esa memoria personal, con cada
instante que pasa, está siempre más cerca de desaparecer. Los libros son un
simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento desesperado por
hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito. Todas esas
personas con las que está tejida la trama más entrañable de mi memoria, todas
esas presencias que fueron mi infancia y mi juventud, o ya desaparecieron y son
solo fantasmas, o vamos camino de desaparecer, y somos proyectos de espectros
que todavía se mueven por el mundo. En breve todas estas personas de carne y
hueso, todos estos amigos y parientes a quienes tanto quiero, todos esos
enemigos que devotamente me odian, no serán más reales que cualquier personaje
de ficción, y tendrán su misma consistencia fantasmal de evocaciones y espectros,
y eso en el mejor de los casos, pues de la mayoría de ellos no quedará sino un
puñado de polvo y la inscripción de una lápida cuyas letras se irán borrando en
el cementerio. Visto en perspectiva, como el tiempo del recuerdo vivido es tan
corto, si juzgamos sabiamente, "ya somos el olvido que seremos", como
decía Borges. Para él este olvido y ese polvo elemental en el que nos
convertiremos eran un consuelo "bajo el indiferente azul del Cielo".
Si el cielo, como parece, es indiferente a todas nuestras alegrías y a todas
nuestras desgracias, si al universo le tiene sin cuidado que existan hombres o
no, volver a integrarnos a la nada de la que vinimos es, sí, la peor desgracia,
pero al mismo tiempo, también, el mayor alivio y el único descanso, pues ya no
sufriremos con la tragedia, que es la conciencia del dolor y de la muerte de
las personas que amamos”. (Pág.: 272)
Frase de Pancho Villa: “Sin justicia no puede haber paz”. (Pág.:
222). Pregunta: ¿Es necesaria la lucha armada para mantener la injusticia? “Contra Hitler, sí, pero es preferible el
método de Gandhi, la resistencia pacífica”. (Pág.: 222).
“Una de las cosas más duras que tenemos que hacer cuando alguien se nos
muere, es vaciar y revisar sus cajones (…)”. “(…) Abrir los cajones es como abrir rendijas en el cerebro del otro (…)”.
(Pág.: 224).
“Todo ser humano, la personalidad de cada uno, es como un cubo puesto
sobre una mesa. Hay una cara que podemos ver todos (la de encima) caras que
pueden ver algunos y otros no, y si nos esforzamos, podemos verlas nosotros también
(las de los lados); una cara que solo la vemos nosotros (la que está frente a
nuestros ojos) otra cara que solo ven los demás (la que está frente a ellos) y
otra cara oculta a todo el mundo, a los demás y a nosotros mismos (la cara en
la que el cubo está apoyado). Abrir el cajón de un muerto es como hundirnos en
esa cara que solo era visible para él, que solo él quería ver, la cara que le
protegía de los otros: la de la intimidad”. (Pág.: 226).
“Todos tenemos en nuestras vidas algunas zonas de sombras. No
necesariamente son zonas vergonzosas; hasta es posible que sean las partes de
nuestra historia que más nos enorgullezcan (…) pero que no queremos compartirlas con nadie. También pueden zonas ocultas
porque nos resultan vergonzosas (…) o
son hechos reprobables, detestables (…)”. (Pág.: 228).
“(…) Vivimos en un país que olvida sus mejores rostros, sus mejores impulsos,
y la vida seguirá en su monotonía irremediable (…) y llegará ese olvido y será como un monstruo que todo lo arrasa, y
tampoco de tu nombre tendrán memoria. Yo sé que tu muerte será inútil y que tu
heroísmo se agregará a todas las ausencias”. (Pág.: 247).