POESÍA PARA LA CRISIS
Biblioteca
“Honorato de Castro” de Borja. (Zaragoza)
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Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) Fue soldado en la
juventud y sacerdote en la vejez, lo que era bastante habitual en la España
de su tiempo. Esto se refleja en su obra apreciando lo impulsivo y mundano de
su juventud, con lo reflexivo de su madurez.
Felipe IV le
convierte en dramaturgo oficial de la corte. Sin embargo, su momento de mayor
esplendor empieza a partir de 1642, cuando se retira del ejército y entra al
servicio del duque de Alba. En esta época goza de un período de tranquilidad
para dedicarse a la creación literaria. Para las fiestas de palacio compone
numerosas obras.
Calderón
escribió sobre todo comedias y autos sacramentales.
Su personaje
más universal es el desgarrado Segismundo de “La Vida es Sueño” considerada como la cumbre del teatro
calderoniano. En esta obra se recoge y dramatiza las cuestiones más trascendentales
de su época: el poder de la voluntad frente al destino, el escepticismo ante
las apariencias sensibles, la precariedad de la existencia, considerada como
un simple sueño, y, en fin, la consoladora idea de que, incluso en sueños, se
puede todavía hacer el bien.
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Cuentan de un sabio que un día
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá
otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
Fragmento de “La vida es sueño”.
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¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
Soliloquio de
Segismundo en “La vida es sueño”.
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