sábado, 16 de mayo de 2020

2020_05_16. Francisco de Terrazas.

POESÍA PARA LA CRISIS
Biblioteca “Honorato de Castro” de Borja. (Zaragoza)




Francisco de Terrazas (1525?-1600?​) fue el primer poeta castellano nacido en México. Fue hijo del conquistador Francisco de Terrazas, que llegó a ser mayordomo de Hernán Cortés y alcalde de México. El hijo de este último, representaría, en la Nueva España, el ideal del caballero renacentista: militar, amante y poeta.
Sus sonetos se encuentran entre los más logrados de su tiempo; no en vano, el propio Miguel de Cervantes, le hizo una dedicatoria en el prólogo de su novela La Galatea.


SONETO IV

¡Ay basas de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del cielo,
columnas de alabastro que en el suelo
nos dais del bien supremo claro indicio!

¡Hermosos capiteles y artificio
del arco que aun de mí me pone celo!
¡Altar donde el tirano dios mozuelo
hiciera de sí mismo sacrificio!

¡Ay puerta de la gloria de Cupido
y guarda de la flor más estimada
de cuantas en el mundo son ni han sido!

Sepamos hasta cuándo estáis cerrada
y el cristalino cielo es defendido
a quien jamás gustó fruta vedada.


La obra de Terrazas practica un juego constante entre lo sagrado y lo profano, en el que términos tomados del lenguaje teológico son utilizados para describir a la belleza de la mujer.
La lectura del soneto anterior, aparentemente, nos comunica poco y está rodeada de un lenguaje culto de difícil lectura. Podríamos decir que no se capta el “sentido” del soneto. En el siglo XX, Gabriel Zaid le adjudicó el título de “A unas piernas”. Por favor, vuelvan a leer el poema anterior teniendo en cuenta este título y ahora sí que verán el auténtico significado del poema.

La poesía de Terrazas contiene una veta de erotismo bastante rica, muy a pesar del celo inquisitorial y de la autoridad virreinal. Prueba de ello es el soneto que acabamos de “releer” y que representa a uno de los sonetos eróticos más célebres del Siglo de Oro. Está dedicado "A unas piernas", por eso lo de las "columnas" que dan "del bien supremo, claro indicio".
Este soneto se aleja de la poesía mística, religiosa, devota… y se acerca más a un erotismo de toque culterano, casi cortesano, dirigido a un público culto.

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