jueves, 7 de mayo de 2020

2020_05_07. Hermanos Álvarez Quintero.

POESÍA PARA LA CRISIS
Biblioteca “Honorato de Castro” de Borja. (Zaragoza)



Los comediógrafos españoles Serafín Álvarez Quintero (1871 – 1938) y su inseparable hermano Joaquín Álvarez Quintero (1873 – 1944) se instalaron en Sevilla, donde vivieron bastante tiempo como empleados de Hacienda, mientras colaboraban en diversas publicaciones como El Diablo Cojuelo, e iniciaron paulatinamente su dedicación exclusiva al teatro.
Los hermanos Quintero iniciaron su debut como autores en 1888, con “Esgrima y amor” en el teatro Cervantes de Sevilla. El éxito de la comedia les impulsa a viajar a Madrid, donde, a partir de 1889, estrenan varios sainetes líricos y juguetes cómicos.
En 1897 con “El ojito derecho” obtuvieron su primer éxito, seguidos de muchos otros más. Ambos hermanos colaboraron en todas sus obras dramáticas y fueron miembros de la Real Academia de la Lengua Española.
En total escribieron cerca de doscientos títulos, y obtuvieron incontables premios. Fueron nombrados hijos predilectos de Utrera y Sevilla y adoptivos de Málaga y Zaragoza. Sus obras fueron traducidas a todos los idiomas; se representaron en las más apartadas latitudes y sus autores gozaron de innumerables homenajes.
Muchas de sus piezas son de naturaleza costumbrista, describiendo el modo de ser de sus nativas tierras andaluzas, pero dejando al margen la visión sombría y miserable de las lacras sociales; hay una genuina visión cómica. Son maestros en el diálogo, que es siempre vivaz y gracioso.
Los restos de ambos se encuentran en el cementerio de San Justo de Madrid.

ERA UN JARDÍN SONRIENTE...


Era un jardín sonriente;
era una tranquila fuente
de cristal;
era, a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.

A la orilla de la fuente
un caballero pasó,
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba en el rosal,
cantaba así, plañidero,
receloso de su mal:

-Rosa la más delicada
que por mi amor cultivaba
nunca fue;
rosa la más encendida
la más fragante y pulida
que cuidé;
blanca estrella que del cielo,
curiosa de ver el suelo,
resbaló;
a la que una mariposa
de mancharla temerosa
no llegó
¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
¿Tú no sabes que es grosero
el mundo? ¿Qué es traicionero
el amor?
¿Qué no se aprecia en la vida
la pura miel escondida
en la flor?
¿Bajo qué cielo caíste?
¿a quién tu tesoro diste
virginal?
¿En que manos te deshojas?
¿Qué aliento quema tus hojas
infernal?
¿Quién te cuida con esmero
como el viejo jardinero
te cuidó?
¿Quién por ti sola suspira?
¿Quién te quiere? ¿Quién te mira
como yo?
¿Quién te miente que te ama
con fe y con ternura igual?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?
¿Por qué te fuiste tan pura
de otra vida a la ventura
o al dolor?
¿Qué faltaba a tu recreo?
¿Qué a tu inocente deseo,
soñador?
En la fuente limpia y clara,
espejo que te copiara
¿no te di?
Los pájaros escondidos,
¿no cantaban en sus nidos
para ti?
Cuando era el aire de fuego,
¿no refresqué con mi riego
tu calor?
¿No te dio mi trato amigo
en las heladas abrigo
protector?
Quién para sí te reclama,
¿te hará bien o te hará mal?
¿Quién te llevó de la rama,
que no estás en tu rosal?

Así un día y otro día
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía,
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero llegó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó...

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